Si en la guerra, la verdad es la primera víctima, en los conflictos,
las medias verdades son la munición de cada bando. Analicemos el
reciente debate sobre la crisis griega en el Parlamento Europeo.
Para finalizar su discurso, el primer ministro griego Tsipras hizo referencia a la tragedia clásica de Sófocles, Antígona. "Yo respeto las leyes de la UE" dijo,
"pero (Sófocles) nos enseñó que hay momentos en los que el derecho
supremo es el derecho de la gente". Estrictamente hablando, no era una
reproducción precisa de Antígona. La heroína epónima dijo que
"la ley de los dioses" es superior a "la ley de los humanos". Aun así,
entendemos lo que el primer ministro quería decir: el respeto por las
leyes no puede ser considerado el criterio supremo de conducta en un
conflicto.
Examinemos ahora el discurso del presidente Tusk en la
misma sesión. Haciendo referencia a "simples verdades que acompañaron a
la gente durante siglos", dijo:
"es simplemente imposible seguir gastando durante un largo periodo de
tiempo mucho más dinero del que ganas". Este es el origen de la crisis
de Grecia, no la moneda común. En otras palabras, Grecia, y no los
extranjeros, ocasionó sus propios problemas, y por lo tanto Grecia
debería soportar el peso de los ajustes necesarios.
Ambos argumentos son medias verdades, perspectivas correctas pero parciales de la crisis griega.
En primer lugar, Tsipras malinterpreta Antígona.
La cuestión fundamental en esta gran tragedia no es que Antígona tenga
la razón y Creonte (rey de Tebas) esté equivocado. Así como Antígona
defiende moralmente las reglas no escritas de los dioses de que todos
los muertos (incluido su hermano, el cual había traicionado a su ciudad)
deberían ser enterrados, Creonte defiende legítimamente su decisión de
que los traidores deberían permanecer insepultos. Él exige respeto para
su orden bajo el argumento de que la ley debe ser obedecida, ya que sin
el respeto por las leyes, las ciudades se sumirían en la "anarquía".
En
la obra, Creonte es acusado por su falta de juicio, mientras que
Antígona es acusada por su "precipitación hacia los extremos" y por "su
amor con imposibilidad". Si Creonte es testarudo, Antígona es polémica;
si Creonte está cegado por el poder, Antígona está cegada por la
pureza. Cada uno está pensando solo, sin tener en cuenta la
verdad del otro. Ellos nunca buscan un acuerdo mutuo, lo que da lugar a
la tragedia. Sófocles invitó a sus contemporáneos atenienses a
comprobar que, a veces, en la vida, el enfrentamiento no es tanto entre
el bien y el mal, sino entre el bien y el bien; como por ejemplo, entre
las reglas y la justicia. Siéntase libre para extraer las analogías
entre Antígona y la actual crisis griega.
En segundo
lugar, el señor Tusk señala correctamente las causas de la crisis
griega: el imprudente préstamo de sucesivos Gobiernos para apoyar un
gigante Estado clientelista en una economía poco competitiva que opera
sobre las bases de intereses oligárquicos y de profesiones colegiadas.
Sin
embargo, esta no es la única causa de la crisis griega. La moneda
única, si no está apoyada por políticas fiscales comunes e instituciones
políticas, genera graves problemas que afectan a las economías menos
competitivas. La crisis griega ha puesto al descubierto los defectos de
diseño de la eurozona. Y otra "verdad simple" que el señor Tusk no
mencionó es que para realizar transacciones se necesitan dos. Por cada
deudor hay un prestamista. El excesivo endeudamiento griego no hubiera
sido posible sin los bancos alemanes y francés que prestaron dinero
irresponsablemente a los imprudentes gobiernos griegos. Pero la mayor
parte del ajuste fiscal, en los últimos cinco años, no la han sufrido
los bancos extranjeros sino los contribuyentes griegos. ¿Es eso justo?
Las
medias verdades ocultan el cuadro completo: las causas de la actual
crisis griega son en parte endógenas y en parte exógenas. Tsipras señala
con el dedo a los acreedores con intereses propios que impusieron una
insoportable austeridad a su gente para salvar a sus bancos, mientras
que Tusk llama la atención sobre el económica e institucionalmente
insostenible modelo económico griego. Ambos tienen razón. Pero ambos
ofrecen narrativas parciales y con intereses propios. Ninguno está
dispuesto a mostrar el liderazgo que estas terribles circunstancias
exigen: ver el cuadro completo y tener una visión a largo plazo.
Este
es pues el desafío para los políticos europeos: la verdadera habilidad
política consiste en reunir el valor y tener la inteligencia para ser
sabio sin experimentar la tragedia, para ver el cuadro completo, para
reconocer la parte de razón de la otra parte y para crear un espacio
para el acuerdo. ¿Son los líderes de la eurozona capaces de estar a la
altura de ese desafío?
Este artículo fue publicado originalmente en 'The World Post' y ha sido traducido del inglés por María Ulzurrun.
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