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10 de maig del 2016

“La solución de España está en las lenguas”, presentación de un nuevo libro de Magalhaes

Foto: La Vanguardia


(Noticias de mi muy admirado escritor portugués. Cuca de Llum.)


Gabriel Magalhães no es japonés, pero habla en haikus. O en tuits. Sus frases son como las de los libros de lingüística: cada cosa está en su sitio, para que se puedan analizar con plenitud. Sujeto, verbo, complementos. También se le notan las mayúsculas, las comillas, el subtexto y el pretexto.

Gabriel Magalhães es portugués y ha escrito un libro, "Los españoles" (Elba Editorial. Barcelona. 2016. 205 páginas.), en el que filtra desde la prudente distancia lisboeta toda la España que le llega por el Tajo.

La idea de Los españoles parte de Los alemanes, un libro escrito por un norteamericano que la editora de Elba, Clara Pastor, tenía en mente desde anteriores etapas profesionales y que ahora ha cuajado en Elba, el sello en el que publica sólo exquisiteces; de jardines o cuentistas holandeses, pero sólo catanias.

“Hacer un autorretrato sin mentir es imposible”, proclama Pastor para explicar por qué eligió a Magalhães, de quien supo a través de los artículos que escribe en las páginas de opinión de este diario.

Así, el análisis de cómo es España es de un portugués semi español –ha vivido en Euskadi, Galicia y Salamanca– exquisito, erudito y fino observador. “Nos ha dado una mirada un poco aérea. Aquí hay ball de bastons en cuanto alguien se levanta”, celebra la editora.

El libro de Magalhães sale mañana a la venta. Él desayunó hace unos días con la prensa barcelonesa en la librería Laie. Eran las 9.45. La hora sirvió para entrar en materia. “En ningún país del mundo se desayuna a las 9.45. En el resto de Europa, incluido Portugal, ya estaríamos pensando en la comida”.

En apenas 200 páginas, Magalhães disecciona cómo somos sus vecinos. Para situar al lector tira algo de tópico, porque lo que le interesa es lanzarse a sugerir qué masaje necesitan los cuádriceps del estado: “España es un sistema de tensiones”.

El pensador portugués tiene una propuesta concreta para el esguince español, pero que suena a sacrilegio, aunque esté en las leyes vigentes: Es un drama que el catalán no sea sentido por todos como una lengua de todos. En Catalunya existe una enorme generosidad con el castellano, que no es recíproca, y que sería enormemente útil. No hay español que no sienta la Sagrada Família o Gaudí como propios, ¿por qué no la lengua?.

Magalhães sugiere que las escuelas españolas añadan a su cuerpo académico la enseñanza de catalán, euskera o gallego (¿se imaginan?). “Es importante que todo español sepa que ‘ pau’ significa ‘ paz’”. Lingüística e intención.

Sería sencillo porque España es un país muy reglamentario. Cuando se entienda que las lenguas son de todos –augura–, el problema se acabó. Si votara, sería de alguna tercera vía, desde luego. En España faltan algunas de esas medidas simbólicas. Las grandes medidas serán las pequeñas medidas, pero tendrán que ser valientes, solicita.

Es más: La solución al problema español está en las palabras, en las lenguas. Quien lo inicie habrá iniciado la solución. El uso partidista de la lengua ha sido un “error trágico” de la política española, pero el error “mayor” fue pensar que el español sería el gran idioma del mundo, lo que llevó a despreciar –ningunear, no reconocer, insultar– a sus lenguas minoritarias.

Magalhães detecta aquí la punta del iceberg de una incomprensión desigual, a partir de la cual se establece una creciente divergencia que se ha traducido en ese 48% de los votos que en las últimas elecciones optó por la independencia. “Las cosas cambiarían si en Catalunya la pertenencia a España no se vieran como una limitación sino como una posibilidad”.

¿Catalunya será independiente?, le preguntamos, de forma binaria. En Europa hoy puede pasar de todo. Negaríamos qué es Europa si negáramos esa posibilidad. Pero no tengo poderes proféticos. Y no dependerá de un solo elemento. No pensemos que el diálogo de Catalunya con Europa no va a ser más fácil que con España.

El erudito se manifiesta en la presentación “con la prudencia del invitado”, pero con daga portuguesa: Puede haber una España nueva, que es finalmente la que una inmensa mayoría de españoles quiere.

Desde Catalunya, el rebuzno de unos pocos parece a menudo el bramido de una mayoría, de ahí que dudemos. Somos media docena de periodistas catalanes: “Existe una diferencia grande entre la espuma audiovisual y la ciudadanía de la calle”, promete, “la España que desea la mayoría es otra, aunque parece que públicamente todos estamos obligados a un cierto grado de confrontación”.

A menudo se le escapa la primera persona del plural, aunque “Portugal es visto por algunos españoles como lo que quisieran que fuera España”.

Luego dice que “como extranjero quiero aprender a pensar lo que es España”, aunque en realidad ya lo ha averiguado, quién si no: primero, “un teatro”; segundo, “un país muy visual, muy pictórico”; tercero, “un país apasionante”.

Como ejemplo de todo ello narra la escena del líder de Podemos (“ese aroma de un viejo anarquismo”), Pablo Iglesias, en su visita al rey, Felipe VI, cuando aparece un militar y proclama: “¡Su majestad el Rey!”. “Es una escena del Siglo de Oro, Pablo Iglesias orgullosamente vestido así... habrá que estar atento a la evolución de su manera de vestir”, intuye. Y sobre todo, a Magalhães le fascina cómo la formación de Iglesias “se ha apropiado hábilmente de la idea de reconstrucción”.

Como semiespañol, le preocupa la pérdida de optimismo causada por la pertinaz crisis.

En todo el marco, Magalhães detecta una democracia con necesidad de evolución. No es una democracia madura. Cuarenta años de práctica son pocos, y más cuando “la guerra civil se ha enterrado mal. Aunque lo deseable es que no se desentierre de cualquier forma, porque las guerras civiles requieren mucha prudencia. Exigen unos 50 años de transición. El efecto de una guerra civil es el cinismo. La gana el que es capaz de ser peor, de ser peor de una forma más eficaz, el más cruel, y más guerrero. Y eso instala gran cinismo en la población, porque el que manda tiene las manos llenas de sangre. A partir de ahí, la corrupción es una forma de bondad. El espíritu de la corrupción es de aquel que ‘intenta ayudar’”.
http://www.lavanguardia.com/cultura/20160202/301831741841/gabriel-magalhaes-entrevista-la-vanguardia.html

(Me ha gustado su reflexión. Estoy de acuerdo en que habría que estudiar en la secundaria una segunda lengua española y que eso rompería muchos esquemas viciados. 
Pero es una pena  que ahora ya lo considere insuficiente, ya no creo en el proyecto "España". No tiene arreglo. No es que no tenga pensadores, no; bien que los hubo en la generación del 98 y la del 27. Es que manda en realidad una minoría que pasa de todo excepto de perpetuarse en el poder y para ello  tiene la prensa amordazada y los políticos controlados. Ah, se me olvidaba que han perdido la verguenza de que se vea que controlan también a los jueces y al Constitucional.  Esto NO es democracia, es una comedia que ha arruinado a los españoles en favor de esas empresas que mandan. Nosotros nos vamos, sintiéndolo mucho por tantos españoles de a pié que son estupendos. Cuca de Llum)

25 de novembre del 2015

Cómo ve Gabriel Magalhães a los catalanes, por Enric Juliana

Gabriel Magalhães


3- Magalhaes y la bola del Niño Jesús.

Gabriel Magalhães regresa a Barcelona para presentar en el auditorio de La Pedrera el libro El dret al futur / O direito al futuro, un compendio de los escritores catalanes y portugueses que a lo largo del último siglo han escrito o se han interesado por el iberismo. Iniciativa editorial del Institut Ramon Llull y la Universidad de Lisboa, en la que, junto con otros autores, he participado con un texto sobre el periodista Agustí Calvet, Gaziel. Magalhães, voz portuguesa en las páginas de La Vanguardia, nació en Luanda (Angola), país en el que su padre hizo el servicio militar y trabajó como geólogo. Se educó en el País Vasco (siempre en la senda de la geología paterna) y se formó académicamente en Salamanca. Actualmente es profesor de Literatura en la Universidad de la Beira Interior, una de las regiones de Portugal más próximas a Castilla. Conoce muy bien la cultura española clásica y ahora se está adentrando –con entusiasmo- en la cultura catalana. “Es la pieza que me faltaba para acabar de conocer la complejidad hispánica”, suele explicar.

A Magalhães de Catalunya le interesa el complejo juego de equilibrios entre sus componentes lingüísticos y culturales, la convivencia entre el catalán y el castellano, que juzga ejemplar. Le interesa, también, la tenacidad catalana. “Voy entendiendo el momento político. De la misma manera que hay un quijotismo castellano y un quijotismo portugués (el sebastianismo), creo que también hay un quijotismo catalán. Veo que los catalanes se apasionan con las ideas que pretenden cambiar la realidad mediante la ética; ideas redondas como la bola que sostiene en sus manos el niño Jesús de la Virgen de Montserrat. Creo, sin embargo, que la fortaleza de Catalunya está en su capacidad para el equilibrismo y el pacto. Seguramente ese equilibrismo provoca cansancio, mucho cansancio en este tiempo de crisis, pero yo diría que esa capacidad para el equilibrio y el pacto interno es su mayor fortaleza. No la dejen perder”.

Al marchar, Magalhães me promete una extensa carta, una carta de las de antes, sobre su última visita a Barcelona. Y me adelanta la siguiente conclusión: “Cuánto más aprendo sobre Catalunya, más la comprendo y menos la entiendo en su conjunto: es como un mosaico en perpetuo movimiento, imposible de fotografiar, porque siempre algo que se ha movido, y la imagen resultante termina teniendo alguna parte desenfocada”.  


(Magalhães ha escrito en La Vanguardia opiniones que me parecieron interesantes sobre Catalunya y los catalanes, me parece que hay que leer cuanto escriba sobre el tema. Publicado por primera vez en la Cuca de Llum el 01.12.2013 - Cuca de Llum)

16 de març del 2015

La opinión de Gabriel Magalhães sobre el momento político de Catalunya, " Por qué Portugal cruje menos que España" en un artículo de Enric Juliana.

(Gabriel Magalhães en Montserrat. Es el autor del que he leido las observaciones más agudas i más afectuosas de Catalunya. No se pierdan sus artículos. ¡Vuelva pronto! Torni aviat! Cuca de Llum)



De Gabriel Magalhães guardo un recuerdo imborrable. Una tarde de invierno en la plaza de Comercio de Lisboa. La luz más bella de Europa, la arquitectura ilustrada y masónica con la que el Marqués de Pombal reconstruyó la ciudad después del pavoroso terremoto de 1755, y la pregunta del filósofo Voltaire –al tener noticia de la gran tragedia– sobrevolando aún el estuario del Tajo. “¿Dónde estaba Dios?”. (Cuarenta años después de la volteriana interrogación, la guillotina comenzaba a cortar cabezas en París).

Una tarde de invierno, les decía. El estuario era una lámina de plata. El puente del 25 de Abril estaba envuelto por una bruma metafísica. Y otra pregunta estaba en el aire, tras el tremendo terremoto financiero. “¿Dónde estaba la socialdemocracia?”. Entonces, Magalhães, que cree en Dios, que da catequesis a los chicos de su parroquia en Covilhã, no muy lejos de Castelo Branco, que imparte clases de literatura española y portuguesa en la universidad de Beira Interior, lejos de los círculos patricios de Lisboa, que escribe artículos muy buenos para ‘La Vanguardia’, que publica ensayos políticos y magníficas novelas con espejos que no devuelven la imagen, retablos que esconden la clave histórica de Portugal y un imaginado restaurante caníbal en Oporto, metáfora de la transgresión neoliberal, respondió a Voltaire con un castellano claro y melodioso: “Mire, lo que la Unión Soviética dio a los trabajadores europeos –una buena seguridad social bajo amenaza revolucionaria–, ahora nos lo quita la China Popular y su tremendo ejército industrial”. Me dejó clavado a la balaustrada. Cuando quedas con Magalhães hay que acudir a la cita con papel y lápiz. Siempre acabarás tomando nota. En un cuaderno azul portugués, a poder ser.

Cuatro años después, estamos sentados en la cafetería del monasterio de Montserrat. Tarde encapotada, frío soportable y una pregunta obligada al hombre que acaba de publicar un libro que se titula ‘Como sobreviver Portugal, continuando a ser português’.

–¿Por qué Portugal, apaleado de manera inclemente por la crisis e intervenido por la ‘troika’, parece que no esté a punto de estallar? ¿Por qué se oyen menos crujidos políticos en Portugal que en España?

Portugal no estalla, porque ya estalló. La Revolución de Abril de 1974 refundó políticamente el país. Pese a la brutalidad de la crisis, las instituciones y los partidos no se han desmoronado. El Tribunal Constitucional demostró cierta independencia al limitar los recortes en las pensiones. El primer ministro que pidió el rescate, el socialista José Sócrates, se halla en la cárcel por corrupción. Muchos jóvenes han emigrado. Los funcionarios han perdido privilegios, pero aún se sienten seguros. La tasa de paro no supera el 15%. El país vuelve a ser muy modesto, hay gente que los está pasando muy mal, pero los muelles han funcionado. Nos hemos olvidado del AVE Lisboa-Madrid y hemos llamado a la puerta de Brasil, de Angola, de China, de India... Es posible que nuestro próximo primer ministro sea el socialista António Costa, un hombre de rasgos hindúes, originario de Goa.

–España no tuvo un Abril de 1974.

España tiene un problema pendiente con la Verdad.

–¿Cómo dice?

España hizo su transición aplazando problemas de fondo. La transición fue un pacto de no agresión. Un pacto seguramente necesario para evitar otro gran drama. Visto desde fuera, parece claro que España necesita renovar su pacto de convivencia. La crisis ha descarnado los defectos del sistema político y las nuevas generaciones piden cambios. Yo confiaría en esa nueva generación. No soy pesimista. Deberían ustedes vigilar el halo trágico del país, pero pueden estar cerca de otro momento creativo.

–¿También es optimista respecto a Portugal?

–Portugal es un eterno funambulismo.

Nacido en Angola en 1965, criado en el País Vasco –su padre es ingeniero de minas– y formado en Salamanca, Gabriel Magalhães conoce bien España. Le faltaba, sin embargo, una pieza del mosaico ibérico: Catalunya. Apenas había estado en Barcelona. Se ha apasionado por la literatura catalana. Lee –en catalán– a Pla, a Espriu, a Maragall. Ha devorado con fruición ‘Incerta glòria’, de Joan Sales. Y observa con su peculiar mezcla de agudeza y prudencia el momento político local. Tomo nota, mientras graniza en Montserrat.

Observo estos días en Catalunya una serenidad nerviosa. Hay una línea mayoritaria y mucha competición entre partidos después del 9 de noviembre. Creo, sinceramente, que esa jornada fue un gran éxito político. Catalunya presentó su expediente a Europa, no hubo problemas de orden público y el Gobierno español renunció al drama. Esto último es muy importante y puede facilitar futuros pactos. No quiero entrometerme, pero yo recomendaría a los catalanistas que no caigan ahora en la exageración. Catalunya funciona con unos maravillosos equilibrios internos, hoy poco habituales en Europa. No los estropeen.

"El català és un paisatge en si mateix. Paraules curtes i tons molt matissats..." Gabriel Magalhães


"El català és un paisatge en si mateix. Paraules curtes i tons molt matissats. És com un cofre amb unes joies molt ben guardades al seu interior, que no tothom coneix"
Gabriel Magalhães

(Preciós!!!  Gràcies Gabriel Magalhães. Cuca de Llum)



Cita de Magalhaes a la presentació del seu propi article del dia a La Vanguardia al FB, Enric Juliana Ricart:   "Por qué Portugal cruje menos que España"   15/03/2015
El escrito portugués Gabriel Magalhães -formado en Castilla y con vivo interés por Catalunya-, explica por qué razones el sistema político de Portugal no se desmorona, pese a la gravedad de la crisis

http://www.lavanguardia.com/politica/20150315/54428997829/portugal-espana-enric-juliana.html