Los profesores y la autonomía de las escuelas, claves del proyecto
En plenas protestas estudiantiles por el aumento de las tasas universitarias, el gobierno británico acaba de publicar un Libro Blanco sobre las medidas para elevar la calidad de enseñanza en el Reino Unido. Mejorar la preparación de los profesores, estimular la autonomía de las escuelas y modernizar el plan de estudios son las claves de su propuesta.
Con este documento, titulado The Importance of Teaching, el gobierno abre el debate para emprender la reforma del sistema educativo. Los expertos de diversas tendencias políticas coinciden en calificar el texto como uno de los más “radicales” y “ambiciosos” de los últimos años.
Un día antes de su publicación, el ministro de educación Michael Gove adelantó las líneas maestras del Libro Blanco en una entrevista televisiva para la BBC. Esto le permitió decir de manera directa –y casi sin tapujos– lo que piensa sobre el estado actual de la educación en el Reino Unido. Algo que en su prólogo al Libro Blanco suaviza bastante.
En esa entrevista, Gove explicó lo que a su juicio constituye hoy el principal problema de la educación británica: la escasa motivación del profesorado. “En los 13 últimos años [los de la era laborista], se ha arrebatado a la profesión docente la iniciativa, el gozo y el disfrute”.
Ciertamente, Gove no matiza demasiado al meter en el mismo saco a los gobiernos de Tony Blair y Gordon Brown; una de las cosas que más diferenciaba a ambos líderes eran sus posturas en materia educativa: mientras el primero adoptó medidas a favor de la variedad de escuelas; el segundo permaneció aferrado a los planteamientos del “viejo laborismo”.
Sin embargo, Gove acierta al situar a los profesores en el centro de la reforma educativa. Así sigue la estela de países como Singapur, Finlandia o Honk Kong, que están logrando los mejores resultados en todos los rankings internacionales a base de invertir –entre otras cosas– en la excelencia de los profesores.
Formar mejor a los profesores
Una de las innovaciones es la propuesta de involucrar más a las escuelas públicas en la preparación de sus profesores. Por un lado, el gobierno quiere garantizar que los docentes tengan un espacio del horario escolar reservado a programas de formación continua (ofrecidos por las propias escuelas).
Por otro, se otorgan más competencias a los directores para que sean ellos –y nos las autoridades educativas locales– quienes decidan sobre los despidos de los profesores con bajo rendimiento. Así, se eliminan farragosos trámites y se consigue un conocimiento más directo de la realidad.
“Puede haber profesores que hayan recibido poco apoyo, que estén atravesando un mal momento o que necesiten la inspiración del equipo directivo”, explica Gove. “Pero también hay profesores que están rindiendo por debajo de sus posibilidades y éstos tienen que ser sustituidos”.
Más autonomía a las escuelas
El gobierno británico reafirma la opción de permitir que las escuelas públicas se transformen en academias independientes gestionadas por entidades no estatales (cfr. Aceprensa, 27-05-2010). Para extender este modelo, el Libro Blanco añade nuevos incentivos a los que ya recogía la nueva Ley de Academias (cfr. Aceprensa, 7-09-2010). El prólogo, firmado conjuntamente por David Cameron y Nick Clegg, deja claro que este gobierno quiere incentivar la variedad de escuelas y la libertad de elección: “Los profesores, padres y organizaciones benéficas podrán abrir nuevas escuelas allí donde exista una demanda clara (...). Y todas las escuelas, se transformen o no en academias, verán cómo se reduce la burocracia montada durante los últimos años”.
Frente a quienes siguen viendo como irreconciliables la libertad de elección de escuela con la igualdad de oportunidades, el prólogo recuerda que las academias –situadas muchas veces en las zonas más desfavorecidas del país– “progresaron el doble de rápido en los exámenes finales de secundaria en 2008 y 2009”.
Modernizar el plan de estudios
Otra línea maestra de la reforma planteada por el gobierno consiste en revisar el plan de estudios. De nuevo, Gove se explica con claridad ante las cámaras: los laboristas, dijo a la BBC, “han creado una atmósfera cultural tóxica que empuja a los alumnos a apuntarse a las asignaturas más fáciles y menos relevantes para la vida laboral”.
El ministro de educación criticó la inflación de asignaturas fáciles en el plan de estudios y, sobre todo, que hayan sido éstas las que hayan determinado el ranking de calidad de los colegios públicos.
Su propuesta es que, a partir de ahora, todos los centros sean valorados en función del número de alumnos que obtengan buenos resultados en los exámenes finales de secundaria en cinco materias: lengua, matemáticas, ciencias, un idioma y una asignatura de humanidades.
Se podría pensar que estamos ante el enésimo enfrentamiento entre los partidarios de la “escuela comprensiva” –favorables por principio al “aprende a convivir jugando”– y los simpatizantes de la tradicional señorita Rottenmayer.
Pero todo apunta a que, al menos esta vez, los pedagogos no han tenido nada que ver. Se trata más bien de una iniciativa del gobierno por aumentar la libertad y la calidad de enseñanza en la red pública de Inglaterra, que en general tiene descontentos a los padres.
Una reforma atrevida
La insistencia en reforzar la preparación de los docentes ha levantado ampollas en algunos sectores. Margaret Morrissey, impulsora de la campaña Parents Outloud, cree que “es un error demonizar continuamente a los profesores. En general, los padres (...) sí se sienten satisfechos con quienes enseñan a sus hijos”.
También los sindicatos de profesores –como Voice o National Union of Teacher– coinciden en que el gobierno ha cargado la mano en esta cuestión.
No lo ve así Dale Basset, director del think tank independiente Reform y coautor del informe Every Teacher Matters. A su juicio, el gobierno ha dado en el clavo al “transferir la responsabilidad de la formación de los docentes a las escuelas”. De esta forma, añade, podrán “integrarla con naturalidad en su vida cotidiana”.
Por su parte, John O’Leary –editor de The Times Good University Guide y de la revista Policy Review– sostiene que el Libro Blanco es “una reforma ultra-ambiciosa que inevitablemente abarca desde lo más sublime a lo más ridículo”.
“Michael Gove, explica O’Leary, tenía tanta prisa por sacar adelante su propuesta (...) que se ha aventurado a entrar en temas –como la formación de los docentes o la revisión del plan de estudios– donde los anteriores ministros tories no se habían atrevido a hacerlo. Habrá que ver qué queda de todo esto”.
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