10 de desembre del 2012

La banca, nuestro problema, por Josep Miró i Ardèvol


7 dic 2012
La noticia es pública y notoria porque salió a página entera en muchos periódicos: las ayudas directas a la banca suponen el 21% del PIB. Es decir el Estado arriesga alrededor de 216.000 millones de euros en ayudas que ha otorgado a la banca en crisis en términos de inyección de dinero puro y duro, deuda y avales. De hecho, el Estado ha avalado emisiones de deuda por valor de 76.000 millones. Pero ésta no es toda la cifra. Como las privatizaciones de las cajas pueden suponer pérdidas adicionales, ha habido ventas con las que se han producido, seguro, y esto puede representar un máximo de 19.000 millones de euros más. En ayudas directas se han aplicado 120.000 millones, la mayor parte de ellos, 22.000, han ido a Bankia y su grupo.

Por otra parte, las medidas que ha adoptado el Gobierno significan por una parte el desmantelamiento de las cajas de ahorro y por otra una extraordinaria concentración bancaria. He de decir que, desde el punto de vista de la comunidad, las dos soluciones son malas. Las cajas de ahorro no quebraron porque su naturaleza fuera intrínsecamente mala. La existencia de obra social, el enraizamiento en la actividad económica de sus propios territorios, no les confirieron la debilidad que los llevó a la quiebra. Lo que lo hizo fue el predominio de los intereses políticos y sindicales, el crecimiento desordenado, más allá de lo que eran sus vocaciones iniciales, y la afición desmedida al ladrillo, es decir a unos beneficios rápidos. Solo una caja ha conseguido capear con éxito todas estas tentaciones hasta llegar a construir una gran entidad financiera: "la Caixa", precisamente una de las que se ha mostrado absolutamente inmune a los efectos de la politización y sindicalización.

Por lo tanto, lo sucedido no tiene nada que ver con la bondad de estas entidades financieras sustancialmente distintas a los bancos, hasta cierto punto alternativas. Con su desaparición se ha perdido un competidor que presentaba un enfoque en inicio distinto a lo estrictamente financiero, aunque después, por ambición, por planteamientos de profesionalidad equivocada, los llevaron al mismo territorio. Necesitamos las cajas, necesitamos entidades de crédito vinculadas estrechamente a familias y a pequeñas y medianas empresas, delimitadas en ámbitos territoriales que conozcan bien y donde el imperio de la confianza también pueda jugar. Que su fin no sea mejorar y mejorar la cuenta de resultados sino mantener su sostenibilidad y cuentas saneadas.

Ahora nos encaminamos hacia una situación donde unos pocos bancos controlarán todo el sistema. Hay que decir que la concentración bancaria en España resultado de todo esto no tendrá parangón en Europa. El hecho de que tres grandes entidades financieras españolas se encuentren entre las diez más grandes de la Eurozona ya lo dice todo. Es más del 30% de las diez mayores, algo que no ser corresponde para nada con el peso económico que España tiene en el conjunto.

La comunidad no puede permitirse un sistema financiero que la desborde y cuyos fines propios se antepongan a su bien común. Esta es la situación española, que además viene a ser una característica histórica. El capitalismo financiero siempre ha tenido vara alta en este país con independencia del régimen, y esto nunca ha favorecido el desarrollo económico español ni la construcción de una buena sociedad.

El ejemplo de "la Caixa" muestra que es posible desarrollar una actividad financiera competitiva internacionalmente, de alta calidad y sin necesidad de seguir exactamente los modelos bancarios clásicos en cuanto a la lógica del beneficio y sí a asumir plenamente criterios de eficacia y eficiencia que no estén reñidos con la sensibilidad social, como muchas de las actividades financieras y sobre todo no financieras de "la Caixa" lo constatan. No se trata de emular su tamaño y dimensión, porque ya he dicho que lo importante sería recuperar entidades de crédito enraizadas en su entorno más inmediato, pero en cualquier caso es bueno para el argumento subrayar que otros modelos, en el marco de la economía de mercado, son posibles y mucho más respetuosos con los intereses de la comunidad que los alberga.

Josep Miró i Ardèvol, presidente de E-Cristians y miembro del Consejo Pontificio para los Laicos
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