Rafael Gutiérrez Amaro
Hace unos días leí un artículo de Amparo Gil, ex directora de Caxton College, publicado el 22 de abril de 2015 y denominado: “El poder de la palabra escrita”. Con él, me sentí gratamente identificado y me ha servido, como docente y como padre, para plasmar estas ideas sobre la importancia del libro y su trascendencia en el enriquecimiento cultural y humano del niño, del joven en periodo de aprendizaje, y del adulto en todas sus facetas. Y estas fueron mis conclusiones:
Sea
cual sea la trascendencia del descubrimiento que se cree o se invente
para transformar la sociedad, nunca será tan revolucionario como las
ideas, técnicas, metodologías y procedimientos humanos para enseñar.
Para enseñar principalmente:
ü A razonar.
ü A reflexionar.
ü A imaginar.
ü A pensar.
Y es así, si todo esto se hace:
ü Con veracidad.
ü Con criterio.
ü Con ética.
ü Y con responsabilidad social y cultural.
Los
educadores, los padres, los profesores y todos aquellos que nos
dedicamos a la docencia, en cualquiera de sus diversas formas, somos
unos instrumentos muy eficaces para guiar a las nuevas generaciones,
pues la palabra, la presencia física y la voz ejercen una gran
influencia.
Para
ello además contamos con unos medios muy efectivos, los más efectivos,
que son los libros. Con ellos podemos entrar en el apasionante mundo:
ü De la literatura.
ü De la escritura.
ü En el mundo fascinante de la imaginación.
ü En el conocimiento.
ü En la ciencia.
ü En la investigación.
ü En el arte.
ü Y en la sabiduría.
Cuando
cogemos un libro, en cualquiera de sus formatos, iniciamos una
aventura, no solo para adquirir conocimiento; sino también para el
enriquecimiento de nuestra sensibilidad y para cultivar nuestros
sentidos y emociones.
Las experiencias y vivencias personales que ponemos en ejercicio con los libros pueden ser tan enriquecedoras como las que practicamos en nuestras vidas.
A
los jóvenes hay que transmitirles que la lectura conlleva un esfuerzo y
una exigencia inicial pero que pronto se convierte en una pasión
desbordante, en una necesidad prioritaria.
Quienes
así lo sentimos debemos ser capaces de transmitírselo a las siguientes
generaciones, de una manera natural y atractiva. Ayudarles e invitarles a
que lean y a que disfruten de esa aventura que en estos momentos puede
resultar algo más costosa por la influencia poderosa de los
audiovisuales y de las imágenes en sus diversas formas.
Por
ello es muy importante que los padres y profesores nos esforcemos y
dediquemos nuestras capacidades, nuestro talento y nuestro tiempo a este
valioso compromiso que comportan las letras.
Debemos explicarles que la cultura:
ü De la televisión.
ü Del cine.
ü De los videojuegos.
ü De la imagen.
Es menos imaginativa y reflexiva que la cultura de la palabra escrita.
La
lectura, además de entretenernos y de la fascinación que nos produce,
agranda nuestros horizontes y nos permite comprender e interpretar de
manera:
ü Más equilibrada.
ü Más reflexiva.
ü Y más coherente.
El mundo en el que vivimos y nuestro entorno personal.
A la vez que:
ü Enriquece nuestro vocabulario.
ü Enriquece nuestra expresión verbal.
ü Y mejora nuestra ortografía.
Así
mismo, los lectores contamos con más recursos para empatizar con las
vidas de otros, ya que la literatura eleva nuestras habilidades
sociales.
Somos lo que leemos.
Por
eso conviene tener muy en cuenta el desarrollo de un plan lector
orientado para los jóvenes, no solo en los centros educativos y en las
bibliotecas; sino, fundamentalmente, en cada hogar.
No todo se puede o se debe leer, y además todo a su tiempo. Además, en los libros también hay basura.
Basura:
ü Podrida.
ü Corrupta.
ü E inhumana.
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