ForumLibertas.com-editorial-4 enero 2013
La amenaza de bomba del macrostíbulo Paradise, situado en La Jonquera,
en Cataluña, que ha venido precedido de otras acciones amenazantes
incluida un intento de atentado con bomba que fue desactivado por los
TEDAX, ejemplifica muy bien lo que se mueve detrás de este tipo de
actividad que quiere presentarse como algo normal: la gran prostitución
organizada. Para que pueda subsistir, exige necesariamente que detrás
exista una red de tráfico de mujeres. Sin ella, la prostitución no
podría alcanzar este nivel ni este tipo de organización. Es bien sabido
que, antes de la crisis, más del 80% de las mujeres que intervenían eran
extranjeras: nigerianas, procedentes de los países del Este,
latinoamericanas... Y cada una de ellas venía conducida y estaba
controlada por un grupo mafioso. Quizás con la crisis esto se haya
modificado un tanto, no en el sentido de alterar las tramas de
delincuentes sino que, por desgracia, se haya incorporado un número de
mujeres españolas. Pero, en todo caso, el hecho no cambia.
La
prostitución no solamente es algo que perjudica a la mujer y degrada a
la sociedad que la acoge sino que además entraña un peligro para todos. La violencia oculta o visible, como en el caso del macroprostíbulo de La Jonquera,
nos dice bien a las claras que este tipo de actividad está controlada
en la mayoría de casos por personas que no tienen demasiadas dudas a la
hora de escoger entre el camino del bien y el del mal. Los conflictos
que entre ellos pueden producirse se expanden al exterior de sus redes.
No es sano que una sociedad posea estos grandes islotes que,
aprovechando una situación de permisividad, constituyan una incubadora
de problemas. Y el de la violencia no es todavía el peor. Hay otro mucho
más rampante, como es el de la corrupción. Este
tipo de negocios no pueden subsistir sin corromper a las
administraciones con las que se ve obligado a convivir: administraciones
locales, policiales y políticas. A pesar de todos estos males, si
hay una bandera que una a todos los partidos de España ésta es la de
aceptar, impávido el ademán, que la gran corrupción prospere en España
como no lo hace en ninguno de los países de la Europa
occidental. Si en algo coinciden los diputados del PP, socialistas, del
PNV, de Convergència i Unió en el Congreso de los Diputados es en negar
toda posibilidad de que la prostitución se vea primero restringida y
después prohibida. Claro que se pueden alegar excepciones, pero son
singulares, y vale la pena subrayarlas, como el caso de Mercè Pigem, una
diputada de CiU que viene desarrollando una incansable lucha casi en
solitario para que la prostitución deje de campar a sus anchas por
nuestro país.
Hay
más razones todavía que avalan una actuación dirigida a su restricción y
prohibición. La legislación comparada con Europa es una de ellas. Si
los demás países han adoptado medidas, que van desde la prohibición
pura y dura de Suecia hasta las restricciones que imperan en Francia o
en el Reino Unido, no hay motivo para pensar que España deba ser un
lugar diferente. Cuando los países que la han legalizado, como en
Holanda, lo único que han conseguido es que floreciera por debajo una
prostitución clandestina numerosa y haya aumentado el tráfico de niñas,
es evidente que ésta no es la vía.
De
cuando en cuando, los políticos hacen un gesto. El Gobierno de Zapatero
llevó a cabo un plan, no contra la prostitución, esto sería impensable,
sino contra el tráfico de mujeres. Se editó un libro que contenía un
gran número de medidas. Pero, ellos lo olvidaron y los siguientes en
gobernar, el PP, no han dicho esta boca es mía, simplemente lo han
marginado como si no hubiera problema de trata.
La
nueva esclavitud del siglo XX, como la calificó Naciones Unidas, sigue
desarrollándose en España y solamente se detendrá si de una vez por
todas los ciudadanos impulsan su restricción primero y prohibición
después.
Este sí es un tema que debería unir a todas fuerzas políticas, y también
una llamada a las organizaciones feministas para que, como sucede en
buena parte de las mismas, dejen de apoyar su legalización, porque esto
casa mal con la defensa de la dignidad de la mujer. No se puede estar
contra el burka y a favor de la prostitución simultáneamente.
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