6 de gener del 2013

Año de escándalo en el Deutsche Bank



El primer banco alemán, empantanado judicialmente desde EE.UU. hasta Italia | Los beneficios a corto plazo acarrean a la entidad acusaciones de estafa y hunden su imagen pública

06/01/2013 - Rafael Poch | Berlín 
Para el Deutsche Bank, primer banco alemán y a la vez importante jugador del casino global, el fin de año ha sido desastroso desde el punto de vista de la imagen: dos registros en su sede central, una de ellas espectacular e implicando a 500 policías armados y agentes judiciales, varios empleados entre rejas y otros investigados, y el presidente de la entidad, Jürgen Fitschen, evitando el registro de su propia vivienda mediante una llamada de auxilio de última hora al ministro presidente de Hesse, Volker Bouffier.

La institución que tanta influencia tuvo en los guiones legislativos, conceptos y fusiones de los salvamentos bancarios de los años 2008 y 2009 en Alemania -decisiones que le salieron al contribuyente alemán por la friolera de 400.000 millones de euros-; el banco contra el que, al parecer, no se puede gobernar -financia a todos los partidos menos Die Linke- y cuyo anterior presidente, Josef Ackerman, celebró en el 2009 su cumpleaños en el despacho de la canciller Merkel, está acumulando una imagen bien miserable. No es de extrañar si se tiene en cuenta que la institución ha estado siempre presente allí donde giraba una ruleta.

En Estados Unidos, en cuya burbuja inmobiliaria tuvo una participación importante, el banco ha sido condenado por "estafa". El Deutsche Bank está siendo investigado también allí por sospechas de trampa en sus balances. En Londres se ve amenazado con más disgustos por sus relaciones sospechosas con el interés interbancario (Libor). En Munich acaba de ser condenado por la quiebra inducida del grupo Kirch, la mayor quiebra de la historia de la posguerra alemana, en un proceso que lleva años y aún no ha acabado, pero que se está cerrando con una multa de centenares de millones de euros.

En Milán un tribunal acaba de condenar al Deutsche Bank por estafa, por sus arriesgadas apuestas contra ciudades y ayuntamientos. El banco vendió al consistorio milanés productos financieros con la perspectiva de tasas de interés muy bajas, lo que se saldó con grandes pérdidas. El tribunal ha condenado al banco a una multa de un millón de euros y a devolver otros 24 millones. Nueve empleados del banco han sido condenados a penas de hasta ocho meses de cárcel. Otros 600 municipios compraron esos productos malintencionados, por lo que se espera una cascada judicial.

Las sospechas de estafa con el cobro de impuestos en el turbio comercio europeo de certificados de emisiones de CO2, que motivaron el espectacular registro de la sede central del banco en Frankfurt, el 12 de diciembre, datan de 2010. Entonces el banco prometió colaborar con la justicia, pero lo que hizo fue destruir documentos comprometedores y ordenar a sus abogados que en ningún caso entregaran a los investigadores determinados dossiers. El registro fue la respuesta a ese juego sucio que duró dos años.

Siete días después, la sede del Deutsche Bank volvía a ser registrada, esta vez por el caso Leo Kirch, el propietario de uno de los grandes monopolios mediáticos de Alemania, fallecido en el 2011. Rolf Breuer, entonces jefe del Deutsche Bank, resolvió en el 2002 un conflicto de interés con Kirch con un simple comentario televisado sobre las presuntas dificultades que atravesaba el magnate. El comentario precipitó la ruina de Kirch, en la que Deutsche Bank estaba interesado y de la que sacó provecho. Tras un pleito de diez años que sobrevivió a Kirch, un juzgado de Munich sentenció al banco a pagar una indemnización aún por determinar pero que podría llegar a los 1500 millones de euros. Que después de esta sentencia la sede central del banco haya sido registrada de nuevo en relación al caso es revelador.

La lista de delitos, jugadas vergonzosas o sospechas de delito que rodean a la institución es impresionante: lavado de dinero, inflar la burbuja inmobiliaria americana, malversación, evasión fiscal, estafa, manipulación de balances... Denominador común de todos estos delitos, judicialmente sospechados o ya sentenciados, es una concentración en la maximización de la obtención de beneficios al más corto plazo que viene de lejos, explica el analista Artur Schmidt.

Presumiendo de haber salido ileso y sin ayuda de la quiebra del 2008, Deutsche Bank se benefició del rescate de más de 100.000 millones que precisó el Hypo Real Estate, banco en el que tenía comprometidos 2000 millones en créditos. Deutsche Bank fue también premiado con la fusión del Postbank, que le brindó millones de clientes. La arrogancia de sus directivos ante estos desmanes y favores tiene una larga tradición.

En el 2004 el anterior jefe, Josef Ackermann, salía de los juzgados de Dusseldorf haciendo la señal de la victoria, tras declarar en un caso de corrupción. "Alemania es el único país en el que se juzga a aquellos que tienen éxito y generan beneficio", dijo. En la estafa del comercio de emisiones contaminantes que ahora rodea al banco, su actual copresidente, Jürgen Fitschen, ha mostrado el mismo desparpajo: "El método del fiscal ha sido excesivo, me siento maltratado", ha dicho. Después de Rolf Breuer, con el caso Kirch y de Ackermann con Mannesmann, Fitschen es el tercer jefe consecutivo del Deutsche Bank con serios problemas judiciales