Foto: La Vanguardia
(Noticias de mi muy admirado escritor portugués. Cuca de Llum.)
Gabriel
Magalhães no es japonés, pero habla en haikus. O en tuits. Sus
frases son como las de los libros de lingüística: cada cosa está en su
sitio, para que se puedan analizar con plenitud. Sujeto, verbo,
complementos. También se le notan las mayúsculas, las comillas, el
subtexto y el pretexto.
Gabriel Magalhães es portugués y ha escrito
un libro, "Los españoles" (Elba Editorial. Barcelona. 2016. 205 páginas.), en el que filtra desde la
prudente distancia lisboeta toda la España que le llega por el Tajo.
La idea de Los españoles parte de Los
alemanes, un libro escrito por un norteamericano que la editora de Elba,
Clara Pastor, tenía en mente desde anteriores etapas profesionales y
que ahora ha cuajado en Elba, el sello en el que publica sólo
exquisiteces; de jardines o cuentistas holandeses, pero sólo catanias.
“Hacer un autorretrato sin mentir es imposible”,
proclama Pastor para explicar por qué eligió a Magalhães, de quien supo a
través de los artículos que escribe en las páginas de opinión de este
diario.
Así, el análisis de cómo es España es de un portugués
semi español –ha vivido en Euskadi, Galicia y Salamanca– exquisito,
erudito y fino observador. “Nos ha dado una mirada un poco aérea. Aquí
hay ball de bastons en cuanto alguien se levanta”, celebra la editora.
El libro de Magalhães sale mañana a la venta. Él
desayunó hace unos días con la prensa barcelonesa en la librería Laie.
Eran las 9.45. La hora sirvió para entrar en materia. “En ningún país
del mundo se desayuna a las 9.45. En el resto de Europa, incluido
Portugal, ya estaríamos pensando en la comida”.
En apenas 200 páginas, Magalhães disecciona cómo
somos sus vecinos. Para situar al lector tira algo de tópico, porque lo
que le interesa es lanzarse a sugerir qué masaje necesitan los
cuádriceps del estado: “España es un sistema de tensiones”.
El pensador portugués tiene una propuesta concreta
para el esguince español, pero que suena a sacrilegio, aunque esté en
las leyes vigentes: “Es un drama que el catalán no sea sentido por todos
como una lengua de todos. En Catalunya existe una enorme generosidad
con el castellano, que no es recíproca, y que sería enormemente útil. No
hay español que no sienta la Sagrada Família o Gaudí como propios, ¿por
qué no la lengua?”.
Magalhães sugiere que las escuelas españolas añadan a
su cuerpo académico la enseñanza de catalán, euskera o gallego (¿se
imaginan?). “Es importante que todo español sepa que ‘ pau’ significa ‘
paz’”. Lingüística e intención.
“Sería sencillo porque España es un país muy
reglamentario. Cuando se entienda que las lenguas son de todos –augura–,
el problema se acabó”. Si votara, sería de alguna tercera vía, desde
luego. “En España faltan algunas de esas medidas simbólicas”. “Las
grandes medidas serán las pequeñas medidas, pero tendrán que ser
valientes”, solicita.
Es más: “La solución al problema español está en las
palabras, en las lenguas. Quien lo inicie habrá iniciado la solución”.
El uso partidista de la lengua ha sido un “error trágico” de la política
española, pero el error “mayor” fue “pensar que el español sería el
gran idioma” del mundo, lo que llevó a despreciar –ningunear, no
reconocer, insultar– a sus lenguas minoritarias.
Magalhães detecta aquí la punta del iceberg de una
incomprensión desigual, a partir de la cual se establece una creciente
divergencia que se ha traducido en ese 48% de los votos que en las
últimas elecciones optó por la independencia. “Las cosas cambiarían si
en Catalunya la pertenencia a España no se vieran como una limitación
sino como una posibilidad”.
¿Catalunya será independiente?, le preguntamos, de
forma binaria. “En Europa hoy puede pasar de todo. Negaríamos qué es
Europa si negáramos esa posibilidad. Pero no tengo poderes proféticos. Y
no dependerá de un solo elemento. No pensemos que el diálogo de
Catalunya con Europa no va a ser más fácil que con España”.
El erudito se manifiesta en la presentación “con la
prudencia del invitado”, pero con daga portuguesa: “Puede haber una
España nueva, que es finalmente la que una inmensa mayoría de españoles
quiere”.
Desde Catalunya, el rebuzno de unos pocos parece a menudo el bramido de una mayoría, de ahí que dudemos. Somos media docena de periodistas catalanes: “Existe una diferencia grande entre la espuma audiovisual
y la ciudadanía de la calle”, promete, “la España que desea la mayoría
es otra, aunque parece que públicamente todos estamos obligados a un cierto grado de confrontación”.
A menudo se le escapa la primera persona del plural,
aunque “Portugal es visto por algunos españoles como lo que quisieran
que fuera España”.
Luego dice que “como extranjero quiero aprender a
pensar lo que es España”, aunque en realidad ya lo ha averiguado, quién
si no: primero, “un teatro”; segundo, “un país muy visual, muy
pictórico”; tercero, “un país apasionante”.
Como ejemplo de todo ello narra la escena del líder
de Podemos (“ese aroma de un viejo anarquismo”), Pablo Iglesias, en su
visita al rey, Felipe VI, cuando aparece un militar y proclama: “¡Su
majestad el Rey!”. “Es una escena del Siglo de Oro, Pablo Iglesias
orgullosamente vestido así... habrá que estar atento a la evolución de
su manera de vestir”, intuye. Y sobre todo, a Magalhães le fascina cómo
la formación de Iglesias “se ha apropiado hábilmente de la idea de
reconstrucción”.
Como semiespañol, le preocupa la pérdida de optimismo causada por la pertinaz crisis.
En todo el marco, Magalhães detecta una
democracia con necesidad de evolución. “No es una democracia madura”.
Cuarenta años de práctica son pocos, y más cuando “la guerra civil se ha
enterrado mal. Aunque lo deseable es que no se desentierre de cualquier
forma, porque las guerras civiles requieren mucha prudencia. Exigen
unos 50 años de transición. El efecto de una guerra civil es el cinismo.
La gana el que es capaz de ser peor, de ser peor de una forma más
eficaz, el más cruel, y más guerrero. Y eso instala gran cinismo en la
población, porque el que manda tiene las manos llenas de sangre. A
partir de ahí, la corrupción es una forma de bondad. El espíritu de la
corrupción es de aquel que ‘intenta ayudar’”.
http://www.lavanguardia.com/cultura/20160202/301831741841/gabriel-magalhaes-entrevista-la-vanguardia.html
(Me ha gustado su reflexión. Estoy de acuerdo en que habría que estudiar en la secundaria una segunda lengua española y que eso rompería muchos esquemas viciados.
Pero es una pena que ahora ya lo considere insuficiente, ya no creo en el proyecto "España". No tiene arreglo. No es que no tenga pensadores, no; bien que los hubo en la generación del 98 y la del 27. Es que manda en realidad una minoría que pasa de todo excepto de perpetuarse en el poder y para ello tiene la prensa amordazada y los políticos controlados. Ah, se me olvidaba que han perdido la verguenza de que se vea que controlan también a los jueces y al Constitucional. Esto NO es democracia, es una comedia que ha arruinado a los españoles en favor de esas empresas que mandan. Nosotros nos vamos, sintiéndolo mucho por tantos españoles de a pié que son estupendos. Cuca de Llum)
(Me ha gustado su reflexión. Estoy de acuerdo en que habría que estudiar en la secundaria una segunda lengua española y que eso rompería muchos esquemas viciados.
Pero es una pena que ahora ya lo considere insuficiente, ya no creo en el proyecto "España". No tiene arreglo. No es que no tenga pensadores, no; bien que los hubo en la generación del 98 y la del 27. Es que manda en realidad una minoría que pasa de todo excepto de perpetuarse en el poder y para ello tiene la prensa amordazada y los políticos controlados. Ah, se me olvidaba que han perdido la verguenza de que se vea que controlan también a los jueces y al Constitucional. Esto NO es democracia, es una comedia que ha arruinado a los españoles en favor de esas empresas que mandan. Nosotros nos vamos, sintiéndolo mucho por tantos españoles de a pié que son estupendos. Cuca de Llum)
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