(Esperemos que tan negros augurios no se cumplan, y se busque otra salida menos traumática. En España ya tuvimos confiscación generalizada en el s.XIX durante las desamortizaciones a fin de disminuir el problema del pago de la deuda de Estado sobretodo desde Carlos IV; hubo otras motivaciones, siendo ésta la principal. Declararon "bienes nacionales" las propiedades de las corporaciones; primero se apropiaron de los bienes de instituciones religiosas, pero también de propiedades comunales de los Ayuntamientos -pastos, bosques...-, que obligaron a los campesinos a emigrar a la ciudad: expoliación. En el campo eran pobres pero comían, en la ciudad ni eso, pura miseria.
Veis cómo coincide la "técnica" de la "doctrina del shock" con la desamortizaciones del s. XIX ??? -- ROBOS a gran escala CON NOMBRES DISTINTOS, pero es lo mismo. En este otro libro de Albert Pont (traducción castellana con nombre "nosequé Sepharad") dedica un gran capítulo a las VEINTE QUIEBRAS DEL ESTADO ESPAÑOL, y explica cómo las desamortizaciones fueron simplemente un medio de pagar la DEUDA DE ESTADO... El Estado español había gastado lo que no tenía a crédito, emitiendo deuda de Estado. Equivalencias: confiscación = robo = desamortizaciones del s. XIX. Cuca de Llum)
Veis cómo coincide la "técnica" de la "doctrina del shock" con la desamortizaciones del s. XIX ??? -- ROBOS a gran escala CON NOMBRES DISTINTOS, pero es lo mismo. En este otro libro de Albert Pont (traducción castellana con nombre "nosequé Sepharad") dedica un gran capítulo a las VEINTE QUIEBRAS DEL ESTADO ESPAÑOL, y explica cómo las desamortizaciones fueron simplemente un medio de pagar la DEUDA DE ESTADO... El Estado español había gastado lo que no tenía a crédito, emitiendo deuda de Estado. Equivalencias: confiscación = robo = desamortizaciones del s. XIX. Cuca de Llum)
El FMI, esa dañina burocracia internacional que debería ser cerrada lo antes posible, alertó la semana pasada de los problemas de sostenibilidad de la deuda empresarial en España, Italia y Portugal. A juicio de este organismo,
el apalancamiento de una parte de nuestras compañías sigue siendo
demasiado elevado como para que puedan hacer frente holgadamente a sus
obligaciones; debilidad financiera que a su vez continúa socavando la
credibilidad y solvencia de sus principales acreedores, a saber,
nuestros bancos.
No tardó la prensa en aprovechar las
críticas del FMI para repetir esa letanía tan recurrente durante los
últimos años: los problemas de España se deben a su deuda privada, no a
su deuda pública. Letanía que, con el paso de los años, ha ido volviéndose bastante menos certera:
sí, la crisis se debió a una acumulación desproporcionada de deuda
privada orquestada por ese monopolio público llamado banco central; y
sí, todavía hoy nuestro sobreendeudamiento privado sigue siendo uno de
los principales responsables de nuestro estancamiento; pero el problema
del endeudamiento privado va siendo, año tras año, un problema
comparativamente menor frente cada vez más explosivo problema del
endeudamiento público.
Sin ir más lejos, a finales de 2008,
el 48% de toda la deuda no financiera de España era deuda de empresas;
el 34% era deuda de familias y sólo el 18% era deuda estatal. Desde
entonces, empero, la situación ha cambiado de manera radical: la deuda
de las empresas y familias se ha reducido en 325.000 millones de euros
mientras que la del Estado se ha incrementado en 515.000 millones.
Nótese, además, que se trata de deuda no financiera, es decir, deuda que
no incluye la de los bancos (no es cierto, por tanto, que la deuda
privada se haya reducido en tanto haya aumentado la deuda pública por
efecto de los rescates). Así las cosas, en la actualidad la deuda
empresarial representa un 36,3% del total, la familiar un 28,5% y la
pública un 35,2%. Lo más preocupante, con todo, es que esta última sigue
creciendo a velocidad de crucero, sin que se anticipe punto final
alguno.
De hecho, la gravedad de la situación de nuestra deuda
pública tampoco se le escapa al Fondo Monetario Internacional, quien en
su último informe sobre fiscalidad
no sólo constata “el marcado deterioro de las finanzas públicas” en
muchos países europeos, sino que llega al extremo de plantearse la
conveniencia de aplicar un tributo extraordinario del 10% sobre la
riqueza neta de los ciudadanos. No es que el Fondo sea un decidido
entusiasta de esta forma de robar a los ciudadanos, pero lo plantea como
una legítima alternativa frente a otro robo –una elevada inflación– y
frente a otro fraude –el repudio de la deuda–. Atraco a las tres.
Al
final, empero, el Fondo sólo nos muestra su auténtico rostro, que no
tiene nada que ver con el liberalismo –tal como brama el discurso
intervencionista– sino con el estatismo radicalizado: el propósito
último es subordinar el conjunto de la riqueza de los individuos a las
necesidades financieras del Estado. No es que lo diga yo, es que lo
reconoce con inquietante franqueza el ideólogo de este impuesto
extraordinario y en el que se apoya el FMI, Stefen Bach:
“Los elevados niveles de deuda pública deberían ser analizados en
relación con los activos estatales y con la elevada deuda privada. Esto
también sirve para los países en crisis. La riqueza privada debería ser
crecientemente utilizada para desactivar una crisis de deuda. Las
familias con mayor riqueza y renta deberían ser reclutadas para
refinanciar y reducir el volumen de deuda pública mediante préstamos
forzosos y tributos sobre el capital”.
Al menos, la franqueza de
Bach sirve para constatar algo que hemos venido repitiendo desde hace
tiempo: la insostenible acumulación de deuda pública terminará con el
saqueo de los ciudadanos. El propio Bach estima que la riqueza neta de
los alemanes –aceptando un mínimo exento de 250.000 euros por persona,
100.000 euros por niño y cinco millones de euros por empresa– equivale
al 92% del PIB de Alemania, de manera que un tributo del 10% apenas
permitiría reducir la deuda pública total en un 9,2%. O dicho de otra
manera, un impuesto tan brutal como el planteado por el FMI apenas
serviría para financiar poco más de un año del déficit público español.
Al ritmo que Rajoy está endeudando a España, necesitaríamos aplicar cada
año una exacción extraordinaria del 10% sobre la riqueza del año base
para evitar que nuestra deuda pública siguiera creciendo. Una completa
locura, desde luego, pero una locura en la que estamos enfrascados desde
2009 con el entusiasta aplauso de la práctica totalidad de
intervencionistas.
Al final, el FMI sólo viene a oficiar el
levantamiento del cadáver; ese cadáver que entre todos han matado. La
acumulación insostenible de deuda para sufragar los más variados
despilfarros populistas y el inmanejable Estado de Bienestar europeo
tiene, desde luego, muchos padres; la consiguiente emisión de su
factura, bastantes menos. El FMI plantea abiertamente el robo sin
pasamontañas como una opción legítima para costear la burbuja estatal
que pocos en Europa abogamos por pinchar; pero no perdamos de vista que
semejante robo hunde sus raíces en la masiva emisión de deuda pública
que hoy Rajoy sigue perpetrando por negarse a recortar el gigantesco
volumen de gasto público que nos atenaza. Causa-consecuencia: el gasto
público no sale gratis. La rapiña tributaria de la riqueza privada es
sólo una de las diversas opciones posibles para cuadrar las cuentas en
ausencia de reducciones de gasto. Y ya les digo: todas las opciones
posibles para hacer frentre a la deuda, salvo la que pasa por una
reducción enérgica del tamaño del sector público, son pésimas opciones.
¿Nos empecinaremos en abrazar el expolio futuro?
(El contenido de este artículo puede enlazarse con la reseña-resumen de este libro publicada en esta blog. Hay que conocer las (muy malas) prácticas de gobierno para tenerlas en cuenta..., ya han sido aplicadas en otros paises como Chile, Argentina, Polonia, Sudáfrica, URSS...
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