09/03/2012 - Editorial -Han
saltado enfurecidos con irracionalidad ante las declaraciones del
ministro en el Parlamento, y es que Gallardón ha metido el dedo en la
llaga cuando ha denunciado que el aborto, en gran medida, es
consecuencia de estructuras que presionan en el sentido de negar el
derecho a la maternidad a la mujer. En este terreno, naturalmente, ‘El
País’ se ha alzado el primero con la bandera, aunque hay que decirlo
también con un acierto argumental impropio de un diario de su dimensión.
Un ejemplo de esta inanidad argumental es, por ejemplo, el artículo
firmado por Bonifacio de la Cuadra, ‘La violencia de género del
ministro’. Nuestro hombre se pregunta retóricamente: “¿de dónde se saca
el señor ministro esas determinadas estructuras?”. Se necesita ser muy
dogmático, muy sectario o muy ignorante para formularse este tipo de
cuestiones, pero como enseñar al que no sabe siempre es bueno, resumamos
de forma sucinta cuales son estas “estructuras”.
Primera,
en el ámbito laboral y profesional. Es público y notorio, tanto que los
propios sindicatos han intervenido en más de una ocasión, que existe una discriminación laboral contra la mujer embarazada para que no llegue a esta situación
y, si llega, para que abandone el trabajo. Hay un caso espectacular en
una cafetería de Figueres, denunciada por UGT, en la que intervino
también e-Cristians, en la cual el propietario, condenado, pretendía que
la mujer empleada abortara para que así pudiera continuar trabajando.
Este no es un estilo que practiquen todas las empresas, evidentemente,
pero todavía son demasiadas las que lo hacen, con métodos más sutiles,
menos agresivos que este caso, pero evidentemente eficaces. Como también
existe esta presión sobre aquéllas que ya son madres. En demasiadas
empresas asumir esta realización personal implica sacrificar toda
posibilidad de ascenso. La mujer, en este momento, en estos casos, se
convierte en mitad monja y mitad empleada, que es una variante post
moderna de “mitad monje mitad soldado” de las órdenes de caballería.
Negar que existe tal actitud laboral es negar la evidencia, es negar la
realidad, pero no importa porque quienes defienden el aborto tienen tan
pocos argumentos que precisamente basan su “razonamiento central” en
eso, en negar lo que es real.
Una
segunda, la presión por parte de la pareja. El sumario de Morín, cuyo
juicio se verá a lo largo de 32 sesiones, que no son pocas, con más de
10 acusados y unas penas que sumadas superan los 700 años, es decir será
en realidad una causa general contra el aborto, permite observar cómo
de importante es la actitud de la pareja para conducir a la mujer a
abortar. Son muchísimos los
casos donde la propia mujer declara que ha sido él el que la ha llevado,
la ha inducido, la ha sugerido o la ha obligado a abortar bajo la
amenaza de la ruptura. Se ha conseguido algo terrible, la perfecta
irresponsabilidad del hombre. Al desvincularlo de la consecuencia de su
acto, la relación sexual, el hombre puede aducir la más completa
desvinculación de la situación de la mujer y, en los peores casos,
empujarla al aborto.
Cuestión clave, decisiva, el papel del Estado.
La estructura más potente que actúa de manera favorable al aborto en
España, que ha poseído una mentalidad abiertamente antinatalista, es la
del propio Gobierno del Estado. Recordemos que desde 1982 España ha
estado gobernada básicamente por el Partido Socialista, con la excepción
de 8 años que gobernó el Partido Popular. A lo largo de este tiempo, la
tendencia del Estado ha sido siempre la de favorecer el aborto y
castigar la maternidad y la natalidad. Esta línea tuvo un carácter
exacerbado durante el periodo de Zapatero y se manifiesta en la
gratuidad del aborto, por una parte, y la facilidad con que los
servicios públicos orientan a la mujer hacia este fin y la nula
existencia de ayudas para la mujer que desea tener un hijo.
Es
un escándalo, en el contexto europeo, que no exista una oferta
equilibrada que permita a la mujer decidir, es decir optar, entre dos
posibilidades porque en España solamente hay una: o bien se aborta y
esto es gratuito y te lo facilitan los servicios sociales o si se quiere
tener el hijo cada mujer ha de apañarse como pueda. Son las entidades
privadas, como la Federación Pro-Vida, entre otras, que deben correr con
este servicio, asociaciones que además se ven discriminadas por las
subvenciones del Estado y de las Comunidades Autónomas gobernadas por
los socialistas. Es un hecho absolutamente vergonzoso, al Estado no le
importa para nada el coste directo del aborto y, lo que es mucho más
grave, el diferido, la pérdida de renta y de ingresos de la Seguridad
Social, que a largo plazo significa que uno de cada cinco nacimientos
sean abortados. También es una exhibición de recursos la campaña masiva
de dispensación de pastillas del día después y píldoras abortivas. En la
escuela pública, la educación sexual se dirige y está centrada en el
hecho de abortar y en ningún momento aparece la maternidad, su sentido y
la dimensión realizadora que tiene la mujer. En la educación sexual oficial española, la maternidad no existe.
Si quiere mayor lavado de cerebro, mayor comida de coco, ¿se preguntará
todavía el señor Bonifacio de ‘El País’ cuáles son estas estructuras?
El
cuarto elemento nace de la propia sociedad y de aquellas organizaciones
que se dicen defensoras de la mujer. Nos referimos concretamente a las
organizaciones feministas de género, que han vivido recibiendo
cuantiosas ayudas y dicen desarrollar numerosos programas por la
igualdad. Pues bien, hay que decir bien claro que
ellas son las primeras en discriminar a la mujer embarazada, a la
madre, como también son discriminadas las viudas y las prostitutas.
Estos tres grupos, para las feministas de la ideología de género, son
políticamente incorrectos. La maternidad, especialmente, es vista
como un hecho peligroso porque subraya una cuestión, por otra parte
elemental: existe una caracterización biológica extraordinariamente
fuerte, que no cultural, que diferencia al hombre y la mujer, y el
embarazo y la maternidad constituyen uno de sus exponentes más
evidentes, más imposibles de ocultar, por eso el embarazo es visto como
algo profundamente negativo. Igual que la viuda es percibida como una
mujer que no ha realizado su rol emancipador y por eso también es
castigada, por una lógica particular.
Las
referencias podrían continuar, pero los conceptos son claros. Desde el
mundo laboral y la empresa, desde el propio Estado y sus instrumentos,
desde los medios de comunicación y las organizaciones de la sociedad
civil que dicen defender a la mujer desde una determinada perspectiva,
todas ellas hace años que vienen funcionando para negarle a la mujer el
derecho a ser madre, negárselo por la vía de los hechos de la falta de
ayuda, de la penalización, negárselo también al presentarlo como una
situación indeseable cuando en realidad es el estadio máximo de
realización personal al que puede aspirar un ser humano
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