El régimen se agota, asistimos a su fin y ya nada va a poder evitarlo. Es un momento histórico en el que se va abrir una ventana de oportunidad para el pueblo. Una oportunidad para intentar algo nuevo que nos libere del yugo de los poderes fácticos y de las oligarquías dominantes. Pero no hay que confiarse porque dichos poderes intentarán contener los cambios y “reencauzarlos” para que queden en algo que ellos puedan controlar. Nadie dijo que conseguir una auténtica democracia fuera fácil.
Las seis crisis letales que están acabando con el régimen.
Decir que el régimen se agota ya no es una hipótesis, es una realidad. Y cuando se habla de promover un proceso constituyente desde abajo no es porque nos haga ilusión meternos en semejante marrón; es, sencillamente, porque si no lo hace el pueblo desde abajo lo hará la casta desde arriba. Y en ese caso, los cambios no serán favorables al interés general. La inevitabilidad del cambio viene dada por una rara confluencia de nada menos que seis crisis que hacen imposible continuar como hasta ahora. España, es ahora mismo un caso de laboratorio, digno de análisis histórico y en el que, aunque no lo parezca, son posibles grandes cambios en la década presente. Cambios que podrían ser ejemplo para muchos países de nuestro alrededor y que podrían conducir a nuevos paradigmas de gobernanza como lo supuso la transición a la democracia radical en Atenas o al defenestrado gobierno representativo durante la Revolución Francesa. Esperemos que sea más lo primero que lo segundo.
Decir que el régimen se agota ya no es una hipótesis, es una realidad. Y cuando se habla de promover un proceso constituyente desde abajo no es porque nos haga ilusión meternos en semejante marrón; es, sencillamente, porque si no lo hace el pueblo desde abajo lo hará la casta desde arriba. Y en ese caso, los cambios no serán favorables al interés general. La inevitabilidad del cambio viene dada por una rara confluencia de nada menos que seis crisis que hacen imposible continuar como hasta ahora. España, es ahora mismo un caso de laboratorio, digno de análisis histórico y en el que, aunque no lo parezca, son posibles grandes cambios en la década presente. Cambios que podrían ser ejemplo para muchos países de nuestro alrededor y que podrían conducir a nuevos paradigmas de gobernanza como lo supuso la transición a la democracia radical en Atenas o al defenestrado gobierno representativo durante la Revolución Francesa. Esperemos que sea más lo primero que lo segundo.
1. Crisis de estado. Nuestro modelo de estado no tiene futuro. La monarquía es una institución obsoleta que se ha revelado como un ente inútil y derrochador. La constitución es ya papel mojado y pronto será historia pues nadie soporta que siga consagrando privilegios a la casta partitocrática, a la propia monarquía y a la Iglesia. Sin embargo las cláusulas para su modificación dejan al texto blindado. Con los principales partidos cerrados en banda a permitir que sea el pueblo quien participe libremente en su modificación el choque está servido. En el Congreso nadie parece darse cuenta de la urgencia de desbloquear esta situación. La única receta que se aplica es “patada y palante” lo que solo pospone el problema y lo hace cada vez mayor.
2. Crisis territorial. España se rompe, sin duda. Y va a empezar por una Catalunya azotada también por la crisis y que no soporta que la sigan sangrando. Si Catalunya consigue la independencia le seguirá Euskadi y de ahí, lo desconocido. Una España con cada vez menos prestigio internacional tiene poco que aportar a las comunidades más productivas del Estado. El descrédito y la incapacidad de cambio, citado más arriba, hace que muchos ciudadanos empiecen a pensar que más que cambiar el Estado central, algo que por ahora parece imposible, quizá salga más a cuenta largarse creando el suyo propio forzando así un cambio en toda la estructura.
3. Crisis política. Por una parte hay una crisis de partidos, por su falta de transparencia y de democracia interna, por una ley electoral que consagra el bipartidismo y que lo refuerza y por la corrupción generalizada y unos privilegios políticos totalmente injustificados. Y todo eso se suma a una crisis del sistema representativo debido al deseo cada vez más expreso de la población por adquirir más derechos políticos y también por asumir mayores responsabilidades. Por ampliar los márgenes de la democracia y llevarla mucho más allá que depositar una papeleta en una urna cada 4 años. La confianza en los políticos se ha perdido por completo y en este sentido España es uno de los pocos países del mundo en los que el sistema de gobierno representativo está sumido en una crisis total. Evolucionar hacia algo radicalmente nuevo se ha convertido en una necesidad.
4. Crisis de los medios.
Los mass media tradicionales, televisión, radio y prensa se están
viendo superados por los medios digitales de Internet. El periodismo
alternativo y libre y las redes sociales están ganando cuota rápidamente
ante el desprestigio de los medios tradicionales, típicamente
manipuladores y mentirosos. Además, la red permite a cualquiera
contrastar la información, algo que antes solo estaba al alcance de los
profesionales del periodismo. Ahora, todos los ciudadanos somos
periodistas en potencia. Tenemos acceso a volúmenes de información antes
impensables y estamos armados con cámaras digitales, blogs, muros de
facebook, podcasts y cuentas twitter. La propia gente es la que organiza
los nuevos canales de información, totalmente libres, totalmente
independientes. Todo eso lleva a que los canales tradicionales de
manipulación de masas cada vez influyan a menos gente a la vez que una
conciencia colectiva se autoorganiza en la red y emerge con un poder
creciente.
5. Crisis económica.
Esta crisis tiene una componente internacional debido al escaso
crecimiento del resto de países de nuestro entorno pero tiene,
sobretodo, una componente local muy clara. Nuestro sistema productivo
basado en el ladrillo y el turismo y en vivir de las subvenciones que
nos daba la UE ya no sirve. Ni hay subvenciones, ni hay burbuja
inmobiliaria y el turismo interior se desmorona. Si el país no está peor
es porque el turismo exterior aún aguanta. Se corta la inversión en
ciencia, se trata inútilmente de reanimar sectores como el del automóvil
o el de la construcción. Se alargan las jornadas laborales y se reduce
el empleo público. Se hace, en definitiva justo lo contrario de lo que
en la situación actual se debería hacer. Además, no existe ningún plan
ni a medio ni a largo plazo para transformar el país. No hay objetivos
ambiciosos, solo tratar de salvar la situación improvisando y esperando
que las cosas mejoren por sí solas. No hay recetas nuevas, solo proteger
a las élites.
6. Crisis energética.
El modelo energético español, como el de casi todos los países, está
basado en los combustibles fósiles. España no solo no es una excepción
sino que es, de hecho, uno de los países más dependientes del petróleo.
La energía fósil barata ya no va a volver por lo que España queda en una
posición muy débil ante el nuevo escenario energético. Paradójicamente
también es uno de los paises de mayor potencial para el uso de energías
renovables que por ahora son, nos guste o no, el único futuro viable.
Sin embargo, los sucesivos gobiernos no han tenido a bien fomentar una
política energética que favoreciese el autoconsumo y el desarrollo
sostenible basado en las renovables como sí han hecho en Alemania o
Dinamarca. Las grandes empresas eléctricas privatizadas durante los
gobiernos de Felipe y Aznar son las que dictan una obtusa y errática
política energética siempre en connivencia con los gobiernos de turno.
Su objetivo, la defensa del oligopolio energético. Cualquier conato de
salida de la crisis que no ataque el problema energético será una salida
en falso.
Conclusión
La confluencia de estas seis crisis tiene
al régimen desbordado y paralizado. No esperemos que ningún partido por
sí solo nos saque de esta, no ocurrirá. Se necesita a la sociedad
civil. Pero la participación en el cambio que se avecina no debe ser
flor de un día. Debe ser el principio de una nueva forma de hacer
política. Una política en la que el ciudadano se sitúe en el centro, en
la que los intereses comunes sean la prioridad y en la que las élites
queden relegadas a papeles secundarios y si acaso de colaboración y
apoyo pero ya nunca más con poder de decisión. El nuevo régimen debe ser
una democracia real, radical. El nuevo régimen debe dar el poder al
pueblo.
En el próximo artículo de esta serie explicaremos cómo podemos avanzar hacia ese escenario político.
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