4 de març del 2010

El Papa en la Sagrada Familia

El Arzobispado y el Patronato de la Sagrada Familia han conseguido el éxito de una visita papal a Barcelona en unas condiciones de abierta hostilidad política

ABC - PABLO PLANAS | BARCELONA - Publicado Jueves , 04-03-10 
EL primer efecto de la visita del Papa Benedicto XVI a la Sagrada Familia será poner de manifiesto que el Templo no es ni una fortaleza del Señor de los Anillos ni una mona de Pascua, como pretenden un grupo de arquitectos liderados por Oriol Bohigas especializados en la construcción de infraviviendas. La Sagrada Familia es una iglesia, un centro de culto católico y una de los templos más famosos del mundo. La cobertura de la nave central y su habilitación para al culto serán el marco de la visita papal, cuya sola presencia en Barcelona es ya un gran éxito del Arzobispado y del Patronato de la Sagrada Familia. Un logro que se produce en unas condiciones no difíciles sino de franca hostilidad por parte de las Administraciones. Ni el Arzobispado ni el Patronato lo reconocerán, entre otras razones porque no están ni en el temple ni en las formas del Cardenal Martínez Sistach ni de Rigol el reproche o la discrepancia pública. Las obras del túnel del AVE bajo la Sagrada Familia han convertido el entorno del Templo en un laberinto de trincheras más propio de la reproducción de una batalla de la Primera Guerra Mundial que de una obra razonablemente planificada.
No se puede hablar de alevosía, entre otras razones porque buena parte de los ingresos turísticos de Barcelona dependen del atractivo que ejerce la Sagrada Familia, pero a veces parece que el Ayuntamiento estuviera obsesionado en dificultar el acceso a la genial obra de Gaudí. Y habida cuenta de la probada capacidad para incumplir los plazos de ejecución en el AVE, es prematuro colegir que de aquí al otoño los alrededores de la Sagrada Familia y la misma Sagrada Familia vayan a presentar un aspecto mejor que el actual. Es obvio que Benedicto XVI es capaz de sobreponerse a esa dificultad; no se sabe si podrá decirse lo mismo de un Ayuntamiento que quiere organizar unos Juegos de Invierno (o sea, que debe creer en los milagros) pero que se toma la noticia de la visita papal con cierto desdén, como si viniera el primer ministro de Andorra.
De hecho, a la progresía municipal quien le impone un gran respeto es el Dalai Lama, a cuya sugerencia hubieran sido capaces de meter el AVE por encima del Camp Nou y todo el mundo a callar, pero esa misma progresía la tiene tomada con Gaudí y fantasea en el Velódromo con paralizar o volar el Templo mientras se toma otro gin-tonic de pepino. Hay gente para todo y el resentimiento es libre, como el mal gusto. No deja de ser un rasgo de frivolidad muy típico de las elites barcelonesas venidas a menos, como el repaso que le daba Ernest Maragall al tripartito siete años después de haber participado directamente en la gestación del engendro