Focus: Política
Fecha: 17/05/2018
Entre otra de sus múltiples actividades, la trama del Estado ha
propiciado el desarrollo de un producto político de naturaleza zombie,
lanzado al mercado como si fuera un perfume “low cost” de los
que venden en Mercadona, que ha ido ocupando espacios entre los votantes
de los partidos dinásticos (PP y PSOE), no tanto por méritos propios
como por el deterioro corrupto de los herederos directos del franquismo.
Decir que “Ciudadanos” es un invento no es decir nada nuevo.
Su repertorio ideológico toma como fundamento las letras de las
canciones de José Luis Perales. De hecho, sus figuras más notorias
tienen ese perfil, entre moderno y casposo, que lucen los españoles
cuando actúan en el festival de la canción de Eurovisión.
Uno de sus eslóganes iniciales decía: “No nos importa donde naciste, no nos importa la lengua que hablas, no nos importa la ropa que vistes. Nos importas tu”. Perales no lo habría contado mejor.
Sus proclamas, que operan tomando como tronco central la
descalificación, el insulto y la bajeza, destilan aquel aire chulesco y
prepotente que los jóvenes falangistas mostraban en la posguerra. Por
eso hablan de “golpistas” cuando se refieren a los políticos independentistas catalanes y celebran “que los metan en la cárcel”
o declaran su oposición más dura a un programa de acercamiento de los
presos vascos a Euzkadi, una medida que interpretan como signo de
debilidad.
Estos chicos y chicas (tan monos ellos), habrían hecho las delicias
de los que defendían en el tardofranquismo la continuidad de la
dialéctica de “los puños y las pistolas”. No ocultan su bastardía, en la tercera acepción del María Moliner.
Y aunque sus antecedentes son conocidos, merece la pena recordar a los desmemoriados algunas de la características de los “padres fundadores” de este extraño artilugio.
Destaquemos, por ejemplo, al señor Félix de Azúa, académico de la lengua, hijo de “buena familia”, que formó parte de la “Gauche Divine”, que se marchó a vivir a Madrid para que su hija “no crezca en el odio a los españoles” y que dijo sobre la alcaldesa de Barcelona (Ada Colau) que es “una mujer que debería estar sirviendo en un puesto de pescado”.
Otro ilustre fundador fue Arcadi Espada, escritor y periodista, también
trasladado a Madrid, que sobre la particular sentencia del caso de
violación de “la manada”, puso dudas sobre el comportamiento de la chica, diciendo que “Tanta atención a los muchachos estos..., yo querría saber si hay algún video sobre la vida sexual de la víctima”.
Una tercera columna de esta troupe la tenemos en Albert Boadella, que
ejerce de payaso en sus horas libres y se presenta como presidente de “Tabarnia”, después de haber gozado de todo tipo de cargos “culturales” muy
bien retribuidos en la Comunidad de Madrid; el mismo señor Boadella que
el 19 de abril de 1979 firmaba una carta conjunta muy dura, en la que
defendía el derecho de autodeterminación de Catalunya. Ya lo dijo
Groucho Marx: “Estos son mis principios. Si no le gustan, los cambio”.
Y por último tenemos al señor Francesc de Carreras, prototipo de la
burguesía catalana más genuina, mentor y profesor del señor Rivera, hijo
de Narcís de Carreras (que fue presidente de la Caixa y del Barça), y
que tras diecisiete años de cobrar sus honorarios y dietas como miembro
del Consell Consultiu de la Generalitat, se pasó al españolismo, primero
con la creación del Foro Babel, y luego con la formación de “Ciudadanos”
(partido de la ciudadanía, por si no quedaba claro). El mismo de
Carreras que en un debate en Televisión Española a raíz de la consulta
del 9N, dijo que “la idea de que el deseo del pueblo tiene más
fuerza que el poder de la ley, es lo mismo que decían los movimientos
fascistas y nazis en los años veinte y treinta (del siglo pasado)”.
...
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