Dra. Montserrat Rutllant y Esperanza Coll
Son muchas las personas que en los últimos tiempos muestran su preocupación por la cada vez más evidente escasez de niños en nuestra sociedad. Ningún país ni la sociedad que lo compone tienen futuro sin niños.
Los
motivos son diversos y necesitaríamos más espacio para analizarlos pero
–ahora que estamos en un mes especialmente dedicado a las madres-
podríamos centrarnos en uno muy concreto y es que la sociedad actual ha
olvidado, a menudo, el insustituible papel de la mujer madre para
generar bienestar social.
La
mujer-madre es un referente esencial de muchas actitudes vitales, pero
quisiéramos remarcar ahora una de especial importancia, que es la de
crear espacio para que el otro tenga lugar. Desde el comienzo de su
embarazo, la mujer deja espacio físicamente en su vientre, pero también
en su cerebro y en su corazón. Las investigaciones recientes sobre el
hecho de que cada hijo deja en la madre un “rastro celular imborrable”
no hace más que corroborar algo conocido por la mayoría de madres: que
cada hijo deja una huella que la acompañará durante toda su vida.
Dejar
espacio para que el otro crezca es una actitud sumamente necesaria en
una sociedad donde a menudo no tienen cabida los ancianos, ni los
enfermos ni los inmigrantes… una sociedad de exclusión que necesita
personas que vivan la acogida de seres humanos como una característica
de su condición humana; la mujer-madre es el mejor ejemplo y revalorizar
su función podría ser un revulsivo ilusionante.
Para
crear este espacio, es necesario que, previamente, la mujer-madre se
haya sentido acogida y no excluida, integrada en una red social de
acompañamiento y no rechazada ni abandonada en un desierto de desamor.
Voces
reconocidas, tanto desde la vertiente psicológica como desde la
educativa e incluso la económica, afirman hoy en día que el embarazo, el
parto y los primeros años de vida son fundamentales para el correcto
desarrollo psicofísico y social de los hijos. Valorar este hecho implica
acompañar y dar apoyo a la madre en esta etapa de la maternidad, que no
siempre está rodeada de las circunstancias más favorables; pero una
sociedad previsora y avanzada debe ser capaz de modular estas
circunstancias para hacer posible el espacio de acogida de este nuevo
ser humano.
Nuestra
experiencia de más de 28 años de trabajo con madres en graves
dificultades nos ha hecho comprobar cómo pasa de la angustia a la
ilusión una embarazada, cuando encuentra una mano amiga, un consejo
adecuado, una ayuda material y puede compartir, con alguien que le
manifieste amor, la espera de este hijo que llama a su puerta. Si ella
la abre, su acogida beneficiará a toda la sociedad.
Dra. Montserrat Rutllant
Esperanza Coll
Fundación Pro Vida de Catalunya, mayo 2015
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