El País sigue exultante con complejo de consejero áulico de éxito. Rajoy gobierna a golpe de editorial de este periódico independiente
que ve ya entreabrirse la solución al "problema catalán". El mastodonte
se mueve y decide dar forma a la alternativa que pedía Mas.
Ditirámbico, el periódico titula la oferta de Rajoy para Cataluña.
Bien, ¿qué Rajoy? El de los cuatro millones de firmas "contra los
catalanes"; el del recurso del Estatut ante el Tribunal Constitucional
que dio lugar a la famosa sentencia de 28 de junio de 2010 que negaba la
condición de nación a Cataluña; el que llamaba "algarabía" a las
multitudinarias manifestaciones de las Diadas, que comenzaron a partir
de la manifestación de julio de 2010 ("Som una nació. Nosaltres
decidim"); el que consideraba la consulta del 9N una especie feria
verbenera; el que ha judicializado el conflicto, al que niega su
carácter político considerándolo un problema de orden público; el que
dijo "no" a Mas cuando se presentó en La Moncloa a pactar un sistema de
cupo catalán; el que dijo "no" a las 46 peticiones que llevó su sucesor
Puigdemont al mismo huerto.
Efectivamente, este Rajoy que considera una "amputación" la separación
de Cataluña, parece haber visto de repente el camino a seguir a la luz
de los editoriales de El País. Y de ahí eso de "la oferta de Rajoy para Cataluña". La materialización
de la "alternativa" de Mas. Ahí es nada. Una alternativa para Cataluña.
De golpe. Lo de menos aquí es si esa oferta
existe y ya está en consideración por ambas partes o una de ellas anda
dando cuartos al pregonero mientras la otra afirma no saber nada al
respecto. Al extremo de compararla con el espíritu santo del que, según
Puigdemont, habla todo el mundo pero nadie ha visto.
Lo importante es el contenido de la oferta. Es llamativo que se arme
sobre los 46 puntos que llevó Puigdemont a la corte el 19 de abril de
2016, el doble de los que llevara Mas un año antes y cosechando el mismo
rotundo "no". A fines de año, Sáenz de Santamaría mostraba disposición a
negociar sobre 45 de aquellas propuestas. La que faltaba, y sigue
faltando en la respuesta de Rajoy, es el referéndum. Siga como siga la
negociación, la primera cuestión es por qué tarda el Estado, el gobierno
central, casi un año en dar una respuesta a una iniciativa de la
Generalitat. Me atrevo a decir que es el tiempo que le ha llevado
comprender la importancia del independentismo catalán. Hace todavía un
año en la meseta no se consideraba la independencia de Cataluña como
algo verosímil. Se creía que el movimiento se resquebrajaría con la
corrupción de los Pujol, que se desharía con las rencillas y
enfrentamientos entre partidos. No ha sido así y hoy se ve la
independencia catalana como una grave amenaza. Cataluña ha pasado de no
existir a imponerse como la motivación número uno de la actividad del
gobierno, quien ha destacado en el Principado a la virreina Sáenz de
Santamaría. Misión imposible para quien no entiende el catalanismo desde
su misma raíz.
La condición o requisito de abandonar el referéndum para empezar a
negociar está condenada al fracaso porque la otra parte no puede
aceptarla. Cualquier mediano conocedor de teoría de juegos sabe que si
una parte que lleva ventaja gracias a una amenaza, renuncia a la
amenaza, pierde la ventaja. No creo que la Generalitat renuncie al
referéndum. Y, por otro lado, no veo por qué no puede pactarse uno
vinculante. Es lo más sensato para que todos sepamos a qué atenernos.
Hay una alternativa a la independencia: la no independencia, desde luego, pero tiene que salir en un referéndum.
A lo que no hay alternativa es al referéndum, diga Rajoy y diga El País lo que quieran.
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